Anduvimos en los previos días pensando si habría excursión o todo
quedaría de nuevo en nuestra zona, oye, que no tiene desperdicio, pero parece
que apetecía …. al final lo que salió fue un batiburrillo, también se puede
llamar súper-ruta o incluso antiguamente alguno lo llamaba – encerrona – aquí
os cuento como nació una nueva ruta, veréis..
Esta vez el tiempo nos tiene a
todos a cuadros, ojo, no a nosotros, a todos los españoles; el viernes cuando
estábamos preparando la ruta – hablando de posibilidades – estaba lloviendo,
auguraba buen día para el sábado, y el domingo en teoría de nuevo se rompía el
cielo.
Así fue, tanto es, que alguno salió hasta de corto – aunque él
fuera el más Largo –, bueno, se me olvidaba, en la alameda, como de costumbre
estábamos, nada más y nada menos que el Abuelo – sacando fotos a los otoñales
colores –, los hermanos Rincón, Largo-te – como ya había dicho – & I;
también estuvo Joaqui, que fue el que nos chivó que algún que otro integrante
había decidido hacer más temprana la guerra por su cuenta.
Salimos dirección Calera, y no
está muy claro que es lo que vamos a hacer, unos quieren ir a Ciudad de Vascos,
y otros dicen que con ir al Cuco va a ser suficiente, el caso es que según van
cayendo los kms. por la cañada, algún iluminao
va y suelta … podíamos ir a Carrascalejo, ¿y para qué vamos a atascar? ¡todos a
Carrascalejo!
Avanzamos por la cañada, el
tránsito por la misma es difícil y pesado, hay importantes charcos difíciles de
vadear – sin mancharte claro está – y en ocasiones no son de agua, a poco en el
horizonte alcanzamos a ver Alcolea, la misma que atravesamos para que tras una
apetitosa cuesta-abajo y tras pasar un antiguo puente sobre la cañada, nos deje
en la periferia de Puente del Arzobispo, que sin entretenernos también cruzamos
por su plaza, ¡en obras! …
Bajamos por la calle de los
soportales que directa nos llevará al puente que da nombre a la bonita villa
situada en plena cañada, al cruzar el mismo, que sesga como un jamonero chuchillo el más largo de los
peninsulares ríos, en el pequeño pico que adentra la provincia cacereña nos
hacemos unas instantáneas junto al perenne peregrino que indica el camino a
seguir a la magnífica villa monacal de Guadalupe.
Continuamos, que si tenemos
intención de llegar al objetivo, no podemos andar entreteniéndonos mucho …
junto a la carretera, discurre el señalizado camino durante unos poquitos
kilómetros hasta que coronamos y saltamos la carretera; el camino ya pinta otro
color, ya es de los que se deja … se deja andar, correr y disfrutar. Sinuoso,
sube-bajas, metidos entre encinas y coscojas, con aromas a tomillo y romero en
esos inmensos milenarios berrocales; y tras recorrer y disfrutar los mismos,
entramos, esta vez por distinto sitio en la cacereña población de Villar del
Pedroso … ¿os habéis dado cuenta de que hemos cambiado de provincia? ¿de que
hemos cambiado de comunidad? … magnífico Club, corriendo por esos andurriales,
caminos sin barreras, caminos sin aduanas, disfrutando de nuestro deporte, de
nuestra afición, de nuestras bicis, de nuestros compañeros, de la naturaleza,
repito, sin barreras.
Salimos de la población buscando
de nuevo las antiguas pistas que a vecinos unían, unos con otros, pueblos con
pueblos, caminos de trueque, caminos de intercambio, que habrán visto estos
caminos … ahora nos ven a nosotros, disfrutando y respetando, los caminos y el
entorno; y en nuestras pupilas ya la silueta por nuestra izquierda del
solitario cerro de La Estrella, y al fondo dirección S, las Villuercas y entre
ellas la mordida del paso Arrebatacapas.
Encinas centenarias junto al
camino, ganados pastando, chozos refugio de antiguos moradores y tareas de
labranza, nos encaminaran ya muy en breve al punto fijado … Carrascalejo, ya
con nuestros marcadores marcando los 50 … no quiero pensar en qué se va a
convertir esto, pintar pinta bien, de momento … break, y de lo más variado,
porque hasta refresco-fresco tuvimos, e incluso en una fuente instalamos un
improvisado lavadero de bicicletas.
Breve fue el tema, pues aun nos
queda el camino de regreso, salimos del pueblo y paramos a ver de nuevo a mi
burrita en el cercado cercano al colegio; sin soltar el camino ya nos dirigimos
al siguiente punto en el camino. De momento nos dedicamos a avanzar, que no es
poco.
Terrenos nuevos, terrenos
desconocidos de nuevo subidas, de nuevo bajadas, encinas, más chozos, grandes
encinares, sinuosos caminos, charcos, barros … ¡se puede pedir más! terminamos
llegando al ya conocido paraje donde desemboca el arroyo Navalgallo en el
Pedroso y que a su vez sirve como límite provincial que de nuevo nos adentrará
en las tierras Toledanas, de vuelta a nuestra tierra.
Por el anchuroso camino llegamos
a la ya conocida Estrella, no sin antes hacer parada en el paraje del bonito
puente del Anguilucha junto al pozo y las pilas de lavar tan utilizadas en
otros tiempos. Esta vez ya si La Estrella.
En este punto surgen
posibilidades para la vuelta … las dejamos abiertas para próximas aventuras, ya
que la cordura y la hora que tenemos hace que tomemos la ruta que más directa y
rápidamente nos traerá de nuevo a casa.
Cambiamos encinares por olivares,
olivares que engrasarán nuestras bicicletas para llegar suave y sin ruidos al
pueblo, que cuando lleguemos la gente estará echada la siesta.
Bajamos fuerte hasta el Uso por
el asfaltado carreterín que luego de subida nos llevará hasta Aldeanueva de
Barbarroya, donde haciendo un gran esfuerzo nos llevará por la vía de nuevo –
viento en contra – hasta la vecina Calera y de esta hasta el pueblo.
En nuestras piernas casi los 100
tocamos y con un porcentaje considerable, digno de los más profesionales
ciclistas integrantes de grandes pelotones.
Aventuras como esta … 100 tenemos
preparadas, animaros para hacerlas junto a nosotros, pues es seguro que
podremos repetirlas.
Me despido como siempre hasta la
próxima, no sin recordaros una vez más … AL ATAQUE!!!