Pues sí amigos sí, el Campanilla
no deja de sorprendernos. Tempranito estábamos en la Alameda, y sólo éramos
cuatro esta vez, sin tener muy claro si alguien más nos acompañaría, debatíamos
opiniones (solo cuatro) para saber dónde ir, momento en el cual miramos todos
al cielo, y siguiendo un poco las instrucciones del abuelo (que no nos acompaña
esta vez – tenía pabel) decidimos hacer algo entre encinas, vamos hacia el
monte y estaremos protegidos del viento que tan bravo sopla esta mañana.
Bueno, los cuatro valientes que
han decidido salir a estirar las pernas esta mañana, somos nada más y nada
menos, que Benito poco madrugador, El Campanilla como nuevo anfitrión de ruta y
el Largo-te, además de un servidor; se me olvidaba, también venía el chintófano
que no para de pitar otra vez.
Una vez subimos la cuesta del
canal Benito y yo decidimos que no queremos más, hoy salimos solos con la élite
y no tenemos ganas de sufrir, ya que hoy no podremos refugiarnos entre debilidades
de otros que anden un poco más flojos.
Como es normal, las cuestas no se
acaban, subimos por el sendero camino de Velada, y cruzamos la carretera, entre
senderos repletos de verde hierba avanzamos dejando a un lateral la abandonada
ermita que nos esperaba ansiosa, pero hoy el Viti tiene más sorpresas (parece
un kínder, na más que se menea nos saca otra rutita, hasta el chintófano lo
flipa), y debemos seguir avanzando.
Cruzamos cercanos a Velada la
cuesta de los yubacanes, y bajamos dirección a los arenales, pero en el camino
de los huertos ¡desvío! ¿desvío? ¡si por aquí!.
Guardad fuerzas que la cuesta es
larga – dice el amigo, ¿pero qué fuerzas vamos a guardar? El tío abriendo
sendero, el Largo detrás, con fuerzas hasta para apartar árboles caídos, y
Benito y yo a lo lejos y jadeando.
Bajamos nuevos senderos, cruzamos
nuevos arroyos, todos repletos del agua que nos está regalando esta lluviosa
estación. Llegamos al cordel de los arenales bajando por el sendero paralelo a
la cuesta del burro, y hay que decidir de nuevo que hacer.
Decidimos subir a Mejorada por
trialeras conocidas y por otras que nos abrimos paso y poco a poco vamos
investigando, lo dicho, el Viti no para de sorprendernos, y si nos equivocamos,
¡dá igual! damos la vuelta y ya está.
A punto estuvimos de cambiar la moto
sierra a un leñador por nuestras burras, lo que pasó es que solo podía ir
montado uno, aunque si que hubiera sido la solución, porque los tortuosos
senderos que nos esperaban más arriba, no dejaban que domáramos nuestras
monturas, que para la mayoría de nosotros son ya viejas conocidas y no paran de
darnos revolcones como si de nuevos ciclistas se tratara.
Hicimos el break en Mejorada,
aunque ya fue por aburrimiento – el que tenían el Largo y el Viti de
escucharnos a Benito y a mí de pedirlo a voces.
La vuelta fue por la atalaya
(ruta casi circular) y por el campo de golf del abuelo intentando alargar la
ruta un poco más nos dirigimos al canal donde nos despedimos de Viti que
regresó a su amada Talaverilla.
Nosotros que íbamos CASI limpios
entramos por el camino de Villa Eugenia que tenía la acequia rota y nos puso
las bicis pérdidas de barro, y a mí que tengo las zapatillas de las de antes
los pies hasta arriba de agua.
Llegamos al pueblo con una
jornadita muy bien aprovechada. Fuimos pocos, pero bien avenidos; cierto es que
echamos de menos la constancia de muchos que suelen estar presentes y que
seguro sus razones frenaron su asistencia este nuevo magnífico día.
Os esperamos a todos y a muchos
más próximamente, no sin recordaros una vez
más … AL ATAQUE!!!