LA MESA CON CINCO PATAS

Amanece un nuevo día ¡JUEVES! Uf, un break entre semana y justo para nuestro disfrute entre-semanal.

Los ánimos, si bien por compromisos o por diversos quehaceres, no están muy animados; bueno, alguien saldrá … digo yo.

Pues nada, la mañana a la sombra estaba más bien fresca, buscando los primeros rayos de sol e inmerso en mis autónomos pensamientos, poco a poco se fueron incorporando a filas los que iban a componer el profesional grupo del día … ¡PROFESIONAL! Señor bendito …

Pues nada, en el sitio de costumbre, llegaron los dos hermanos más Largos del grupo, y un tercer largo (patas largas) de nuestro recién estrenado editor (crónica anterior) “Texinas”, como no, estaba el abuelo y también llegó el presi con su nuevo GPS, que resulta ser que empieza a pitar antes de comenzar la ruta.

Sin tener muy claro dónde vamos, y después de escuchar varias opciones, decidimos coger el cordel dirección Talavera, pero justo en el momento en el que la traza de la nueva circunvalación corta el camino, ajenos a las voces de los que detrás de nosotros venían, el Largo-te y yo nos incorporamos a la terrácea explanación con el objetivo de estrenar el tablero del nuevo puente y acortar nuestra pensada ruta.

Llegamos a las fabricas que conformaran los accesos de la afilada navajilla Tajeña y … ¡nuestro gozo en un pozo!, el puente no está terminado, le falta justo el vano que cortará el Tajo y nos permitirá objetivos más lejanos … visto pues, poses, cámara, acción …

El abuelo y su afán aventurero, unido a su especial conocimiento del terreno, nos lleva por una vereda rápida, qué agilizará nuestro ritmo plantándonos en un abrir y cerrar de ojos en la presilla oeste de Talavera.

Y aunque las veces que hayamos ido junto al río superen ya más de mil, no dejamos de sorprender, bajamos al moro y rivereñamente recorremos parte de su cauce, justo hasta el momento en el que el más antiguo de los puentes nos comenta que es el momento de cruzar.

Nos encaminamos dirección el duro mecachón, no sin encontrarnos antes con un hortelano que tras unas indicaciones nos da a entender que el camino se inclinará en porcentajes de escándalo ¡yo me doy la vuelta! le comento con incredulidad a sus palabras … no sabéis donde os metéis ¡ande las llevaaaais!

No pudiendo convencer al personal, y ajenos a las sabias indicaciones del lebrel nos disponemos a subir … la subida no ha cambiado ¡qué curioso!, el porcentaje y la distancia siguen siendo los mismos. Esta vez la subida es más entretenida … cruzamos coches, cruzamos motos y coronamos.

Agrupamos nuestras monturas en la confluencia de los caminos El Membrillo – Las Herencias junto a pitoste de carteles y bajamos con fuerza hasta el arroyo. Le cruzamos y solo por segunda vez  por su margen izquierda, y con las ruedas sin afeitar entramos en la urbanización ribereña al arroyo de los Frailes, punto justo donde el GPS del presi se pone a pitar como loco y contrario a su voluntad le hace dar la vuelta.

Pues nosotros ¡al cerro de la mesa! con cinco patitas que llevamos pa que no se caiga …

Dura la subida, duro el terreno, peligrosas las regueras, pero ¡qué bajada! ¡qué bajada!, rápida, rauda, veloz, y sin pensarlo ¡rampón tobogán! que nos conducirá por el extrarradio de Las Herencias al camino que nos llevará hasta la zona ya conocida de Canturias.

Pues nada, dicho y hecho, pa’rriba; sube que te sube y ¡a buen ritmo señores!, nos cruzamos con un grupo similar – en número al nuestro – que bajaba y el ritmo nuestro era más fuerte que el de ellos, ¡pero si vamos subiendo!; en fin, coronamos y merecido break. Frutas, barritas de chocolate blanco, tigretones ¡Texinas que cuerpo chico!

Sube el ritmo, bajan las pendientes, ¡qué fuerza! ¡qué velocidad! nuestro ritmo de sobradamente capaz de producir megawatios de electricidad tal cual molino de viento.

Tras la subida que nos hará abandonar la rivera del río y las casas de las parcelas de la otra margen, llegamos a mitad de altura del duro mortirolo … arco y culona.

Pensaba yo, ingenuo de mi, que la guerra había terminado … todo son batallas y todas ellas suman para la guerra, el resultado final fue … auténtica velocidad de vértigo ¡pero de vértigo! en la vía, no bajando el convoy de 30, hasta el punto que la última paletada de carbón en la locomotora hizo romper el enganche del último vagón que quedó a la deriva.

Por el cordel nos encontramos con la familia Telerín haciendo kilómetros a escondidillas y con el lastre para tensar músculos.

Llegamos al pueblo algunos más justos que los slip de er Viti, eso sí ¡gordas y más gordas! … para rehidratar…

Compañeros … la ruta no fue larga, pero lo que sí fue es INTENSA, cambiamos horas por minutos y poco después de tocar el ángelus estábamos refrescando nuestros polvorosos gañotes … disfrutando espero veros, en esta y otras más, no sin recordaros una vez más …

AL ATAQUE!!!

P.D.: Creo que Cuerspilberg ha perdido la cámara del Club … ahí las llevas!!!